"Que cómoda se siente mi cama, mucho más de lo normal, espera Sebastián esta no es tu cama" se dijo el gordo al tiempo que abría los ojos y se percataba de que no estaba en su cama, si no en la de un hospital, además de llevarse la sorpresa de que frente a él estaban su madre, su único amigo Leo, su padre, que nunca lo visitaba ni llamaba, su vecina, ¿que hace la maloliente señora Vargas aquí?, Kate, ¿No que estaba muy molesta? y hasta Glesko, ¡oh no, algo anda mal!
Al parecer el destino de Sebastián era que todo le saliera mal, que deprimente era para el aceptarlo, pero era lo único que era capaz de concluir al vivir la vida que estaba viviendo, ¿no se suponía que todos los despechados ahogaban sus penas en una botella y al siguiente día salían caminando felices y contentos, habiendo olvidado, quizás con resaca, pero desmemoriados?, ¿y sobre todo sin la verguenza de que la causante del desastre te viera en semejante estado de descomposición, destruído en un hospital y peor aún que te fuera a restreegar en tu cara que esa niñería que acababas de hacer no la separaría de su muñequito ruso? que verguenza!!!, el gordo se escondió bajo la cobija que tenía y se volteó dandole la espalda a sus visitas.
-Veo que no te atreves a darme la cara, mal hijo, casi me matas de un susto.-Le dijo su dolida y bañada en lagrimas madré haciendo que la verguenza fuera peor, el comprendía por lo que ella debío haber pasado y que estuviera en ese estado, ¿pero no podía disimular un poco?, ¿se esforzaba por avengonzarlo o le salía natural?
-No tengas pena Sebas, a cualquiera le pasa!!!-Dijo Kate, tratando de minimizar la verguenza que conociéndolo sabía que lo invadía.
¿A cualquiera le pasa?, ¿que le pasa a ella?, ¿a que se refería Kate con ese comentario, a cualquiera le pasa qué?, ¿ que lo rechacen por gordo?, porque aunque ella lo negara el sabía que esa era la razón principal, a ella no le gustaba cualquier grasa de cerdo, a ella le gustaban los productos importados, pero en fin Sebastián no dijo nada, seguía triste y muy ofendido, solo quería que todos salieran y al parecer estaban a punto de hacerlo, quizás la visita no fue tan difícil de soportar, hasta ese momento, aún faltaba la cerecita en el helado:
-Si Gordo no te averguences, se necesita ser demasiado hombre para resistir una botella de tequila.-Le dijo Glesko con tono chistoso, que a algunos como al padre y a la madre de Sebastián les causo gracia, pero que a él lo hirió y le puso a hervir la sangre, al punto de que intentó levantarse, de hecho, si Leo no lo hubiera sostenido quizás habría intentado moler al ruso a golpes y digo intentado porque estaba tán debil que quizás no hubiera podido lanzarle ni siquiera el primer golpe.
Seguido de esto Leo guió a todos, incluso a la terca madre de Sebastián hacia la salida, alegando que el joven necesitaba estar solo.
Una media hora después Kate volvió a entrar al cuarto sola...
-Sebas...,Sebas-Lo llamó, sin recibir respuesta alguna.-Sebas no me gustaría que el malentendido de ayer...
-¿Malentendido?-La interrumpío él.
-Si malentendido, no me gustaría que el malentendido de ayer acabará con nuestra amistad.-Le contestó ella con firmeza.
-Ya es tarde.
-Yo no lo creo, yo creo que por los años de amistad que tenemos, estamos a tiempo de olvidar lo que pasó...
-¿Tu crees que olvidarte es fácil?-La volvió a interrumpir Sebastián, al momento que se daba la vuelta para hablarle frente a frente.-¿Tu crees que es fácil olvidarte después de amarte tantos años?
Kate estaba tan confundida, cuando estaba con Glesko sabía que lo amaba, que quería estar con por el resto de sus vidas y que su atracción hacia él iba más alla de lo físico, pero al ver a Sebastián confesándole sus sentimientos tenía que reconocer que algo pasaba dentro de ella, algo que la asustaba y que sabía que debía por el bien de todos, ocultar hasta dejarlo de sentir, por esto decidió salir del cuarto, era peligroso seguir escuchandolo:
-Si cambias de opinión y piensas que nuestra amistad puede aún sobrevivir te espero en mi desfile, te dejo dos boletos por si lo quieres usar.- Y de esta manera dejando los boletos en la cama salió con prisa.
Qué rápido gira la tierra, tanto, que Sebastián se sentía mareado entre tantos pensamientos, ¿Era Kate realmente la causante del desastre o lo era él?, ¿no era permitido que un gordo luchara por el amor de una nueva flaca o simplemente el no era una persona real en el mundo del amor?, de hecho, Sebastián tenía tantas cosas en su cabeza, tantas ideas que ordenar, que ni el mismo se explicaría de que manera llegó al desfile, pero sí, ahy estaba en segunda fila del gran evento y si no fuera porque al reaccionar vió a Leo a su lado, quizás hubiera roto en llanto, corrido hacia un puente y haberse lanzado, descanzando al fin de tanta desilución, porque el conocer a una Kate que lo rechazaba sin compasión, lo tenía tan decepcionado que cualquier cosa hubiera podido pasar.
Que linda se veía Kate en su atuendo oriental, que envidia le causaría Glesko en el suyo si las cosas estuvieran normales, pero no era así, ahora todo cambiaba, al parecer Sebastián desistía, aceptaba que estando gordo Kate nunca lo querría, pero esta vez era diferente a la anterior, no envidiaba al ruso, no le interesaba seguir con los ejercicios y bajar de peso para que Kate sí lo quisiera, ya ella no le interesaba tanto, no era la misma, las dietas la habían cambiado, aún la amaba, pero ahora se sentía capaz de vivir sin ella y olvidarla.
-¿Te sientes preparado para pasar a backstage y saludarla?- Le preguntó Leo al final del show, Sebastián asintió sin mucho interés y así, haciendo uso de sus tiquetes preferenciales pasaron a los vestidores, repletos de tela, huesos y músculos, pero estos ya no deprimían al gordo, se había convertido en un zombie viviente, lo que en seguida aprovechó su nuevo archirival para burlarse una vez más, ahora en su propio hábitat, donde era incluso más fuerte:
-Gordo, parece que hubieras perdido al amor de tu vida.- Le dijo el ruso, a quién se encontraron en la entrada de los vestidores, con un tono más que burlón, al que Sebastián esta vez ni siquiera le hizo caso, aunque Leo sí, defendiendolo en seguida:
-Déjalo ya en paz o te juro que te voy a hacer llorar muñequito de plástico.
Al parecer este comentario fué cumplido al instante, porque de la mejilla del ruso broto una lágrima, Glesko era cualquier cosa antes que mala persona, solo estaba dolido, el había hecho todo para ser amigo del gordo y este le había dado una puñalada por la espalda, Sebastián lo sabía, ahora comprendía que era el psico de la historia, ¿tatuarte el nombre de alguién que no te ama, quién hace eso? y dicha lágrima le hizo reflexionar, el no tenía nada que hacer allí, era hora de irse y dejar a la feliz pareja vivir su feliz vida en paz:
-Quierela mucho.- Le dijo el gordo al ruso al momento en que con un abrazo le pedía perdón y se retiraba, era mejor irse lo antes posible, sin que ella lo viera, esa sería la mejor despedida, aunque aveces la tierra cambia de dirección y nos vuelve a marear, justo antes de cruzar la puerta, Guido Jones, un reconocido diseñador internacional, detenía al gordo, apretándole los cachetes y diciendo "es perfecto", dejando a todos los testigos petrificados y a algunos hasta verdes de envidia, al parecer la suerte del gordo tomaba otro rumbo.
CONTINUARÁ...